mayo 03, 2009

Así te imaginé


No me preguntes cómo, pero cuando estabas en mi vientre sabía que eras niño y te imaginaba tal y como estuviste ayer en Loma, la casa de tu abuelo... A veces me preguntaban cómo era posible que estuviera tan segura, y yo se lo atribuyó a esos diálogos largos que ya teníamos tú y yo: solía acostarme y acariciar mi panza, sentirte navegar dentro de arriba para abajo y sin cansancio, igual que este largo sábado de disfrute donde ibas y venías a tu antojo por todo el jardín, trepando escaleras, reconociendo flores, explorando, probándote a hacer mayor con tus primos grandes... Te veía y recordaba que te imaginaba así de travieso y feliz, tierra en rodilla y manos, rana en el bolsillo, adueñándote del mundo... Ahora no hubo rana, pero sí una sesión de alberca inflable, grandes aventuras en un jardín que para mis hermanos y para mi, de chicos, también resultó serlo, comida bajo el sol para luego ser partícipe de una guerra de agua a manos y con vasos, una ducha rica para evitar gripes, grandes trozos de sandía con jugo por toda la barbilla y el permiso del abuelo para que siete niños, tú incluido, prendieran una fogata en una parte segura y luego se deleitaran con bombones y salchichas asados... ¡Que ricura! Mezcla de sabor de fuego, vara y travesura. Un ultrasonido como a los siete meses de embarazo comprobó lo que ya era un hecho en mis conversaciones sobre ti: niño. Lo que esa técnica no dijo, pero yo ya sabía y lo compruebo en días plenos y amorosos y libres como el de ayer, es que tienes un corazón de oro y un alma llena de anhelos y libertad. ¡Que así sea siempre y todo lo que sueñes se realice!